#ElPerúQueQueremos

ENTRE MORTALES E INMORTALES: EL SER SEGÚN LOS TICUNA DE LA AMAZONÍA

Jean Pierre Goulard.Lima: Caaap-Ifea, 2009. 458 pp.

Publicado: 2014-10-26

Los mortales son “los con muerte”, los inmortales son “los cuerpos de fuego”. Comprender la concepción tikuna[1] de la corporalidad y su aproximación al tiempo requiere adentrarse en la ontología de este pueblo habitante del Trapecio amazónico.

Conocedor minucioso del lenguaje y las prácticas tikuna, Jean Pierre Goulard se propone investigar los movimientos proféticos tikuna del último siglo a partir de su noción del “Ser”, du’u, un término que designa a todo ser viviente. El autor sostiene que los cambios recientes que han afectado a este pueblo, repartido entre el Perú, Brasil y Colombia, sus procesos identitarios y sus relaciones con actores externos, no pueden ser reducidos meramente a una cuestión de aculturación ni de transculturación. La aproximación tikuna al tiempo y a la historia está atravesada por una preocupación por el Ser, preocupación reformulada constantemente con el pasar de los años y los cambios en el entorno ecológico y sociopolítico, pero que se mantiene vigente. Ésta garantiza la unicidad del grupo sociocultural a pesar de su distribución territorial dislocada en tres países, en áreas ribereñas e interfluviales, así como en las cercanías de las nuevas urbes de la frontera, Leticia, Tabatinga, Caballo Cocha. El mesianismo tikuna, tan variado en sus manifestaciones locales, su asociación al mercado y las economías extractivas de turno y su afiliación a diversos credos cristianos, sería, según el autor, la continuación de un proyecto del Ser inherente a la ontología y la lengua tikuna, que alimenta su búsqueda permanente de la transformación de los seres humanos en inmortales. Es entonces necesario enfocarse sobre la etnografía, especialmente el estudio de las narrativas míticas y las prácticas rituales, para llegar a entender la agencialidad[2] histórica de este pueblo.

Según el pensamiento tikuna, la inmortalidad es a la vez fuente y destino anhelado de la historia. En sus orígenes, se manifiesta como un estado “verde” de primordial inmadurez, donde todo lo existente contiene un gran potencial de transformación pero nada madura ni se pudre ni muere. Es un ámbito fuera de los ciclos orgánicos. La temporalidad orgánica surge a partir de la acción generadora de los mellizos primordiales Joi (o Dyoi) e Ípi, quienes constituyen las disyunciones que ordenan el universo ritual y establecen los modos de relacionarse para la reproducción y el matrimonio. Joi, el mellizo mayor, es “el aconsejado”, “el que sabe” y actúa con propósito, cuidadosamente anticipando sus resultados. Ípi, el menor, es “el pícaro”, cuyo comportamiento impulsivo produce situaciones inesperadas y muchas veces contrarias a lo que planeaba. La pareja de hermanos cubre así los dos polos del conocimiento y la subjetividad que permiten la puesta en marcha del tiempo como un proceso dinámico en el que lo anticipado y lo impredecible, lo literal y lo burlesco, las personas confiables y las engañosas, coexisten enfrentándose.

Pero la disputa entre los hermanos no se habría dado si no fuera por la presencia de otra pareja, femenina esta vez: las dos hermanas de los mellizos. Sin la diferencia de género que establecen las hermanas, no hubiera habido el comienzo de los tiempos. Ípi, el travieso, se acostó con su hermana menor, y tras esta primera ofensa surgió el primer brote de mortalidad. Después, esta hermana hecha mortal se casó con Agutí, un mamífero de tierra, creando la primera división de la sociedad tikuna en dos mitades matrimoniales: la mitad de los “sin plumas”, como el agutí, y la mitad complementaria de los “con plumas”. Así se estableció la exogamia entre mitades que gobierna hasta el día de hoy el matrimonio y la repartición de los clanes tikuna a pesar de todos los cambios demográficos sucedidos debido a las epidemias, los desplazamientos y las intervenciones de agentes foráneos.

Según la mitología, cuando la hija nacida de este primer matrimonio se casó, a su vez, con su tío materno, Joi, quedó establecida la regla del matrimonio preferencial entre tío y sobrina, que también rige actualmente, y que habría podido ser la receta de una vida conyugal feliz y una salvaguarda de la inmortalidad. Pero todo se malogró cuando Ípi, no contento de haber cometido incesto, cometió adulterio, acostándose con la esposa de su hermano. Después de esta nueva ofensa, la mortalidad tomó posesión de todos los seres vivientes y todos tuvieron que buscar qué comer. Los nombres de los clanes que conforman las dos mitades matrimoniales tikuna nacieron a partir de la variedad de olores de los alimentos disponibles en la tierra. De esta manera comenzaron las penurias y el envejecimiento de quienes tienen que trabajar y matar a plantas y animales para alimentarse, y también se iniciaron los cuidados rituales para intentar controlar la capacidad de destrucción de los mortales, descendientes del incesto y el adulterio, que a cada nueva generación corren el riesgo de destruir la tierra con los cataclismos que ocasionan sus ofensas.

La entrada en la mortalidad, sin embargo, y la inevitable madurez, muerte y podredumbre de los cuerpos que ocasiona, es también el comienzo de una búsqueda del retorno a la inmortalidad y la transmutación en cuerpos de fuego. Por eso, las narrativas históricas tikuna dan cuenta de los intentos más o menos exitosos que hicieron y continúan haciendo para reencontrarse con los inmortales; y los movimientos proféticos surgidos y desaparecidos en distintos momentos se encajan en esta jornada emprendida desde la narrativa y el ritual hacia la inmortalidad.

La constitución de la persona tikuna es la llave de la transformación que los hombres y las mujeres anhelan efectuar en sus destinos. Hay tres principios constitutivos del Ser que el autor califica como un “cuerpo de los afectos” y que reúnen, y al mismo tiempo sobrepasan, lo fisiológico, lo espiritual, lo psicológico y lo social. El “principio energético”, llamado pora, es la fuerza que permite el crecimiento corporal y asegura la permanencia del cuerpo durante el ciclo de vida de los hombres y las mujeres, llenándolo de energía para hacer trabajos específicos a su sexo y edad. El pora se concentra en la sangre y debe ser alimentado constantemente por medio de la nutrición, el ejercicio y las dietas de ayuno. Su cantidad aumenta a lo largo de los años desde el nacimiento hasta la pubertad, cuando alcanza el nivel suficiente para que los niños y las niñas se inicien en la sexualidad y la fertilidad. El “principio corporal”, llamado ma-ü̃, es heredado de los padres, sus comportamientos y las substancias que consumieron, así como también del entorno social, el clan y la mitad matrimonial a la que pertenece la persona. Este principio corresponde a una caracterología tikuna y permite abordar las diferencias de comportamiento de las personas, incluyendo su actitud durante una masateada[3] puesto que se considera que la borrachera favorece la manifestación del ma-ü̃. Finalmente, el “principio vital”, llamado a-e, debe de ser consolidado al cuerpo durante el ciclo de vida por medio de una serie de celebraciones rituales durante las cuales, generalmente, se congrega a una gran cantidad de gente para tomar mucho masato.

Es por medio del ciclo ritual de las estaciones, o “lunas” –que celebra la madurez de los vegetales, las presas de cacería y pesca, y las personas– que los “con muerte” intentan reenganchar con la inmadurez primordial; y es justamente en la ocasión de la maduración de una muchacha púber que la posibilidad de recuperar la inmortalidad es activada en su mayor intensidad. Cuando los senos de la joven “se abren y comienzan a crecer” en “brote”, su madre la aísla en un lugar cerrado donde permanece quieta, guardando dieta, hilando fibras y escuchando los consejos de las mayores. Durante la fiesta del final de la reclusión, los inmortales vienen a unirse a los mortales que bailan y cantan cubiertos de máscaras, repartiendo masato y carne ahumada en abundancia. La joven púber accede ella misma a una cierta inmortalidad al consagrarse como una mujer capaz de cambiar de piel, y renovarse, cada vez que menstrúa. Al mismo tiempo, sin embargo, la sangre de menarquia, llamada “sangre verdadera”, la coloca a ella y a su entorno en gran peligro. La idea de un posible fin de mundo causado por algún cataclismo, especialmente una gran inundación, está siempre presente y refuerza el respeto por la disciplina en el comportamiento y alimentación de la muchacha y de todos a su alrededor.

Este libro asombra al lector por la riqueza de la etnografía y la sutileza con que la estética tikuna logra permear todo el texto mediante el uso y la traducción cuidadosa de las palabras tikuna, los nombres, las narraciones y los cantos. Es, a su manera, un libro sobre el arte indígena tanto como un estudio en profundidad de su ontología y epistemología del Ser y la historia. Como dice Maurice Godelier, en el prólogo, Goulard muestra que los movimientos proféticos tikuna, su surgimiento y desvanecimiento recurrente, se enmarcan en una concepción del tiempo definido por catástrofes periódicas en las cuales generaciones enteras desaparecen y dan lugar a nuevas generaciones, todas ellas aspirando a la inmortalidad. Las disputas de poder entre líderes mesiánicos y autoridades mestizas y nacionales, y sus relaciones con la escritura, el dinero y la ley, toman nuevas características cada vez. Quizá sea siempre en vano, pero la belleza que emana de sus esfuerzos por lograr alcanzar el destino de la inmortalidad, y su conciencia de la falibilidad humana, inquieta, seduce y conmueve.

____________________________________________________

[1] Escribimos “tikuna” siguiendo la ortografía adoptada por los maestros y autoridades indígenas de la región.

[2] Utilizamos el término “agency”, en traducción de la palabra inglesa agency, que se refiere a la capacidad de acción de los seres –humanos y otros– en el

[3] Masateada: ceremonia en la que se consumen cantidades importantes de una bebida fermentada obtenida de la yuca (Manihot esculenta), llamada masato.


Fuente:

Goulard, J. P. (2010). Entre mortales e inmortales: el ser según los ticuna de la amazonía. Mundo Amazónico, 1, 358-361.

Mundo Amazónico es una publicación anual del Instituto Amazónico de Investigaciones IMANI de la Universidad Nacional de Colombia, sede Amazonía.

Leticia, Amazonas, Colombia

ISSN 2145-5082


Tomado de: http://hansmejiaguerrero.blogspot.com/2014/10/entre-mortales-e-inmortales-el-ser.html




Escrito por

Mg. Hans Mejía Guerrero

Asesor y consultor en ciencias pedagógicas y políticas educativas .


Publicado en